Wyatt Westlock tiene un plan para la granja que acaba de heredar: quemarla. Pero mientras pasea por última vez por el hogar de su infancia, se sorprende por lo que descubre en el sótano: a Peter, quien fue su mejor amigo en el pasado, atado con cadenas y abandonado a su suerte. Wyatt no sabe que Peter ha sufrido cientos de muertes rituales en la propiedad de su familia. Su naturaleza casi inmortal hace que no pueda permanecer muerto durante mucho tiempo, pero tampoco vivir de verdad. Al menos, no mientras siga vinculado a la granja, atrapado en una espiral de muertes espeluznantes y renacimientos dolorosos. Solo hay una manera de liberarse: acabar con el linaje de los Westlock. Necesita matar a Wyatt. Ahora que los padres de la joven ya no están por allí, los conjuros que protegían el lugar se están desvaneciendo, y antiguas fuerzas oscuras han empezado a reunirse en el bosque. La única forma que tiene Wyatt de reparar las salvaguardas es con la ayuda de Peter, pues solo él es capaz de controlar su magia. Pero ¿cómo confiar en un chico que ha jurado destruirla? Cuando el pasado vuelve para atormentarlos de la manera más inesperada, se ven obligados a depender el uno del otro para sobrevivir o para matarse de una vez por todas.
La novela arranca con fuerza: una granja siniestra, un sótano con secretos y un chico encadenado que ha muerto cientos de veces. Suena potente. Pero a medida que avanza, el ambiente oscuro y mágico que la autora intenta construir pierde peso frente a una narración que se vuelve más introspectiva que envolvente. La tensión del misterio inicial se disipa en escenas largas y cargadas de silencios emocionales, que a veces se sienten más vacíos que intensos.
La prosa de Kelly Andrew es cuidada, sí, pero a menudo se apoya demasiado en metáforas crípticas y descripciones abstractas. En lugar de añadir profundidad, esto puede generar confusión. Hay momentos en los que no está claro qué está pasando, ni en términos de acción ni de emociones. Esto hace que el ritmo decaiga, sobre todo a partir de la mitad.
Aunque el vínculo entre Wyatt y Peter debería ser el corazón de la historia, su relación es más enigmática que emotiva. La tensión romántica se construye a partir de recuerdos rotos y traumas no verbalizados, lo cual podría funcionar… si hubiera más desarrollo o empatía. En lugar de sentir una conexión auténtica, percibí distancia. La química entre ellos parece más una intención que una realidad palpable y me da mucha pena, puesto que la trama prometía.
La novela tiene buenos ingredientes: un argumento oscuro, magia heredada, secretos familiares y un chico atrapado en una maldición que desafía la muerte. Pero la ejecución no está a la altura. La historia pide más concreción, más tensión narrativa y más claridad emocional.Leyna